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MI PREMIO COMO PÚBLICO QUE NO ENTIENDE A LOS JURADOS

Disentir con la decisión de un jurado hablando solo de las obras que no premiaron. No se trata de debatir sobre las decisiones ya tomadas, sino puntualizar aquello que quizás se les escapó.


Los premios tienen grandes historias. Y a lo largo de los siglos han puesto a los artistas y jurados ante la diyuntiva de ser ellos mismos o adecuarse a las circunstancias.


Pero esta situación con las premiaciones no es algo de este momento. Ha sido así desde que el mundo es mundo, y desde que el arte es objeto de concurso para que sus creadores obtengan reconocimiento, posicionamiento, concreten sus obras y algunas veces hasta reciban dinero.


Cuenta la historia, que Antionio Berni preparó especialmente el retrato La mujer del sweater rojo para poder entrar en el Salón Nacional de 1935, lo cual logró; ya que anteriormente con la obra Desocupados había sido rechazado por centrarse en un tema social.


Otro caso curioso, es el de Maya Lin, quien a los 21 años y siendo estudiante de arquitectura en la Universidad de Yale, logró ganarle a los grandes popes del arte contemporáneo norteamericano la posibilidad de llevar adelante el memorial para los caídos en Vietnam. Cuándo anunciaron en 1981 su proyecto como el ganador, no era solo incómodo el hecho de haber premiado a una desconocida, que además de ser mujer y joven, era de origen asiático. Maya Lin, se impuso por su creatividad, y principalmente por su concepción de la ausencia, la cual fue magníficamente plasmada en su obra. Pese al desacuerdo de algunos patrocinadores e incluso de no pocos ex combatientes, realizó a solas su trabajo, por miedo a que su idea fuese alterada. Hoy, en Washington podemos apreciar esta construcción que constituye un corte en el paseo por el parque obligándonos a detenernos y enfrentar la ausencia de los 58261 caídos en esa Guerra.


Pero qué pasa con tantas obras que nunca han sido premiadas. ¿Cuánto habla de ellas el hecho de no haber sido elegida por un jurado? Conociendo algunos jurados y algunos criterios de evaluación, quizás sea el mayor honor posible, el haber estado entre sus manos y no haber sido distinguida de forma alguna.


Y en este caso en particular, por las que sí han sido premiadas a diferencia de las que solo fueron seleccionadas, llamó mi atención un grupo de obras que participaron de la última edición del Premio Itaú.


Al recorrer el primer piso del Palais de Glace, descubrí algunas obras que en mi humilde y entusiástica opinión, no podían haber dejado de ser premiadas. Por su idea, concepción, ejecución y originalidad. Pero seguramente, no eran estos ninguno de los parámetros que se tomaron en cuenta al momento de tomar la decisión.


Y eso aumentó mi curiosidad. Investigué a los creadores de las piezas que me habían impresionado, y entre ellos está Alejandro Pasqueale, que estos últimos días a través de Quimera llegó a la Feria PARC en Lima, Sabrina Merayo Nuñez artista de la Galería Gachi Prieto, Angel Gabriel y David Lopez Mastrangelo.


Principalmente quiero referirme a la obra de Lopez Mastrangelo, quien bajo el título La continuación realizó un dispositivo para recorrer un site specific: paredes, piso y techo de 150x120x200, que contienen hierro y luz en su interior. Para poder verlos, hay espacios inteligentemente ubicados a distintas alturas y con un trabajo sutil de pulido para que sus aristas impidiesen que la vista se sienta herida por la intensidad de la luz blanca de su interior. Y cada una de esas posibilidades de espiar la estructura interna, es una nueva visión de la obra en su conjunto. Aquí no solo está la idea, el desarrollo de la misma, su ejecución, sino también un impecable montaje que acompañado por el espacio e iluminación adecuados, hace de esta pieza la más valiosa.

Porque además de todo lo vinculado a la obra en sí misma, tiene un plus, nos invita a recorrerla, y al hacerlo nos permite aproximarnos desde varios lugares, reafirmando que no hay una sola forma de ver las cosas y confirmando que lo que vemos es solo una parte del todo. Y nos acercamos y nos alejamos, y ya no somos los mismos, porque no podemos pasarla por alto, porque la curiosidad por esa tenue luz nos hace imposible dejar de mirarla. ¿Hay acaso mejor definición para una obra que el hecho de no poder dejarla? La continuación, como todo título de una obra de arte, corre el riesgo de prejuzgar e incluso de predisponer al público de una manera determinada. Sin embargo, es lo que sentimos, esa continuidad podríamos traducirla en el hecho de que David Lopez Mastrangelo nos hace querer volver por más.


Si en un momento de la historia existió un Salón de los rechazados, cuando un Napoléon III condescendiente con los artistas, les permitió que sus obras fuesen vistas por el público –pese a la decisión del Jurado del Salón de Paris- y siendo que entre esas obras, se encontraba Desayuno sobre la hierba de Eduoard Manet, no debiera de alarmarnos nuestra situación actual.

Así como Manet luego le sugeriría a sus amigos Impresionistas que exhiban sus obras sin esperar estar en Salón alguno, podemos proponer a Lopez Mastrangelo y el resto de los seleccionados exhibir más allá de la premiación, ya que es el público el que decide y la historia es implacable… o quién recuerda a los integrantes del Salón de Paris de 1863?

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