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Подвал


Memorias del Subsuelo, es el título con el cual Fiodor Dostoievski narra una vida oscura desde el subsuelo de la conciencia.

En su traducción del ruso al español, Rafael Cansinos Asséns, pide que pensemos en una metáfora del alma, sus regiones tenebrosas, furiosas y expectantes donde se incuba lo fatal; en síntesis, todo lo que escapa al espíritu.

Muchos señalan esta obra literaria como una exploración intrépida de alguien que se adelantó a Freud -y su antorcha del psicoanálisis- en el recorrido de nuestras zonas más oscuras.

Hoy, Zafarrancho nos propone descender a su espacio, un subsuelo, donde esperamos la curiosidad funcione cual antorcha para el descubrimiento de lo que Abete, Hoff, Martinez, Muy Bien, Maldonado, Stella y Butteri investigan, experimentan, intercambian y producen.

Diferentes disciplinas y tendencias convergen en Zafarrancho. Cual laboratorio de proyectos artísticos y curatoriales, se transforma en escenario contemporáneo de una ciudad que con vértigo en la superficie, esconde espacios creativos en su interior.

Este año, incorporando a dos artistas en residencia, Zafarrancho crece en su visión, poniendo a prueba la mirada del otro. Ese otro, que pese a diferencias en su nacionalidad, su formación, y sus experiencias, coincide en una búsqueda de expresión artística para su vida.

Olof Runmaker nació en Suecia y eligió vivir en Berlin. Hoy nos comparte una mirada sobre su último año: un recorrido por rostros de amigos y amigas que acompañan este proceso de crecimiento en una nueva ciudad convulsionada por cuestiones sociales, políticas y geográficas muy alejada de la quietud y confort nórdicos.

Felipe García, colombiano de nacimiento, se formó en Nueva York y tuvo experiencias como residente en lugares tan alejados de este continente como China. Este recorrido es un dato no menor para entender lo que su trabajo en Zafarrancho ha producido. Su vida, sus viajes, las ciudades y un factor común: algo que lo atraviesa e inquieta. En sus manos, un cordón negro hace tiempo busca lugar en su obra. Y lo encontró, junto a trozos de material de construcción muy alejados de las paredes que fueron y que hoy dan prueban este fenómeno social llamado gentrificación.

Las líneas y tensiones de su obra nos conectan directamente con las de Andréz Martinez. Ambos artistas se conocieron y se entendieron inmediatamente. Compartieron alternadamente el espacio y algo imperceptible a los ojos nos lo dice a través del diálogo fluido que sus obras sostienen.

Frente a la obra de Martinez la mirada no alcanza y el tacto se tienta en avanzar. Su impecable ejecución nos invita a una contemplación en quietud en búsqueda de todo aquello que el ojo no llega a traducir.

El resultado de un dibujo realizado con los ojos cerrados es lo que en esta ocasión nos comparte Rocío Muy Bien. Incansable en su búsqueda sobre la mirada del otro, hoy oculta la propia al momento de crear el dibujo que conecta su corazón con su mano sin intermediación ni contaminación visual. No hay más que la convicción de un trazo y una expansión en el espacio que no busca equilibrio compositivo, sino expresarse sin límites.

Francx Stella tiene solo un límite, el que le impone ser fiel a sí mismo y expresarse como artista multimedial: es autenticidad en su más pura expresión.

Pureza de color es lo que encontramos en el paisaje que construye Facundo Maldonado. Añoranza de un lugar donde los colores que su paleta intenta llevar a la tela son únicos e irrepetibles. Y una expansión en dimensiones que nos invita a sumergirnos en un viaje a esas tierras con luces y sombras donde la vida transcurre en consonancia con la naturaleza.

Constanza Abete propone que nuestra sensibilidad y nuestra mente se dejen llevar por la ilusión en búsqueda entre lo verdadero o lo real de una misma imagen expresada como pintura, escultura y objeto. Su ejecución en distintos soportes juega un rol fundamental al momento de pensar la representación y desafía nuestros límites al momento de apreciar arte.

Es recurrente la palabra límite en Zafarrancho, porque no los tiene, porque los cruza o porque los expande. Pablo Butteri, ha llevado la línea obsesiva y metódica de su dibujo a una dimensión espacial donde sí es posible perderse sensorialmente. Animarse a entrar en la obra, recorrerla y descubrirla como si de realidad aumentada se tratase.

Juan Hoff, tiene algo de todos los artistas que hacen Zafarrancho. Porque se piensa como parte de un todo y trabaja en silencio en el desarrollo de su individualidad.

Hoy, a través de CMYK, este modelo sustractivo que se utiliza para la impresión de colores, encuentra una nueva forma de expresarse.

Y como todos los artistas, nos señala aquello que tenemos enfrente, a diario y en lo cual no advertimos cuanta potencialidad artística hay. Simplemente, por no detenernos entre tantas zonas oscuras a buscar un poco de luz, bajando las escaleras en dirección a un lugar mejor que el de la supeficie.

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