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ONÍRICAMENTE IMPERFECTOREGULAR

© 2017 David López Mastrangelo

En la vida real uno no puede realizar sus sueños porque hay restricciones, pero en el mundo onírico todo es posible de ser realizado.

A lo largo de la historia, reyes, emperadores, arquitectos y artistas han desafiado en cierto modo las restricciones de este mundo a través de sus construcciones.


Entre los años 269 aC y 232 aC hubo un emperador en la India llamado Ashoka, quien ante las despiadadas consecuencias de sus planes de conquista y expansión, decidió modificar el destino de su gobierno dando a conocer los principios del budismo.

Cercanas a monasterios o en los caminos que tomaban los peregrinos, fueron emplazadas columnas en piedra caliza que a veces recorrían cientos de kilómetros entre las canteras y sus destinos finales. En sus tallados se daba testimonio de los fundamentos budistas. A nuestros días llegaron apenas cinco de las diecinueve que se cree fueron erigidas. Algunas de ellas con animales en sus capiteles, otras sin ellos, pero todas con un promedio de cincuenta toneladas de peso y entre doce y quince metros de altura.


Siglos antes que Ashoka, los monjes que en sus recorridos debían protegerse de las impiadosas lluvias monzónicas, habían construido en las montañas cuevas para refugiarse. Con el correr del tiempo, estos espacios se multiplicaron y fueron tomados para meditar, dormir y contemplar. En cada caso y a través de una construcción por sustracción, dieron lugar a amplios espacios con columnas que sostenían simbólicamente arcos de salones donde nunca antes alguien hubiese pensado que todo había sido solo una montaña. En Ajanta se hallaron veintinueve cuevas en total, en forma de hemiciclo en la costa del rio Waghora.


En Grecia, la búsqueda incansable por la belleza implicaba que no solo se podía crear un edificio bello, sino que además debía de ser percibido como tal, lo que es decir, debía ser perfecto. Ahora ¿cómo hacerlo perfecto si el ojo humano no lo es? Heliodoro –siglo III aC- en su tratado de Óptica planteaba que “el objetivo del arquitecto es dar a su obra una apariencia bien proporcionada y recurrir en lo posible a medios correctivos de ilusión óptica, con vistas a un equilibrio simulado, ya que no fáctico, de medidas y proporciones”


¿Qué se pregunta David López Mastrángelo en Imperfectoregular? ¿Qué sentido le da a su obra estar alrededor de una columna que fuera construida con intenciones tan diferentes a las artísticas que hoy la contienen?


Creado por el arquitecto Mario Roberto Alvarez el edificio que alberga el Teatro General San Martín presenta coincidencias con la obra de López Mastrángelo. Algunas de ellas quizás conscientes por ser colegas en la profesión, mientras que otras están más cercanas a su modo de hacer y pensar el arte.


En 1954, cuando Alvarez ideó el edificio racionalista, creó una fachada que no presenta formas que identifiquen al TGSM con la función cultural que lo alberga. Sin embargo, la iluminación y la transparencia de sus paredes vidriadas, se integran a la ciudad y al espacio geográfico artístico en el cual está emplazado.

La abstracción de las formas, el control geométrico, las diferentes escalas arquitectónicas; son algunos de los estudiados detalles de Alvarez y son al mismo tiempo las características distintivas de Imperfectoregular.


López Mastrángelo no podría haber encontrado mejor espacio ni mejor momento para llevar adelante el interrogante que presenta en esta obra: ¿cómo abrazar artísticamente una columna de mármol tan perfecta que hasta sus tarugos fueron hechos en el mismo material y con la misma veta para ser imperceptibles al ojo humano?


Al igual que el perfeccionista y talentoso Athanasius Kircher, López Mastrángelo ve -con sus imaginativos ojos- rostros de monstruos en las mismas rocas donde todos nosotros solo vemos como rompen las olas del mar embravecido.


Quizás por eso el Papa Inocencio X solo consultó a Kirchner cuando decidió en el año 1650 re erigir el caído Obeliscus Pamphilius y restaurar su inscripción. Al hacerlo, Kirchner sentó las bases de la lectura de los jeroglíficos considerándolos sabiduría hermética y no nos reveló todo lo que allí encontró.

Como tampoco lo hace López Mastrángelo en Imperfectoregular, donde nos presenta prolijos encuentros entre formas y materiales que son mucho más que lo arquitectónicamente perceptible: porque han sido creados en un mundo onírico y construidos en el mundo real, algo que solo un artista pueden lograr.


Si hoy Ashoka, Ajanta y el Partenón nos resultan creaciones de imposible ejecución en su época, debiéramos agudizar la mirada para no perdernos lo fascinante de nuestra contemporaneidad y apreciar entonces lo imperfecto y regular de nuestra existencia, solo tolerable gracias al arte que vuelve lo onírico real.

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