En 1948, Demetrio Ortíz -músico, compositor, dramaturgo y coreógrafo de danzas paraguayas- evocaba desde Buenos Aires a un viejo amor cuando surgieron las primeras notas de “Recuerdo de Ypacaraí”. Dos años después y de la mano de Zulema de Mirkin llegó la letra para esa melodía. Fueron necesarios dos años más para que la conociese el público y se transformase en uno de los temas más populares interpretado por los más diversos artistas: desde Javier Solis, Jorge Cafrune, Julio Iglesias, Caetano Veloso hasta Maya Belsitzman que imita los acordes del arpa con su violonchelo.
Coincidencias o destino, parece que Ypacaraí requiere de cierto tiempo para llegar al público. Ya que fueron también seis años los que necesitó Gustavo Di Mario para poner en orden el archivo fotográfico de Tiburcio González Rojas dando lugar a la exhibición González, inaugurada el pasado jueves en la Casa Central de la Cultural Popular, donde se recoge el trabajo de fotógrafo social que Tiburcio realizó en dicha ciudad durante las décadas de 1960 y 1980.
Gustavo Di Mario llegó a Asunción para realizar una residencia fotográfica. Durante su estadía fue invitado a una celebración en Ypacaraí. Como es su costumbre, apenas llegó al pueblo, comenzó a indagar sobre colegas con los cuales conversar. Le referenciaron al Señor Tiburcio González Rojas. Con las indicaciones de un ex alumno, llegó a lo que había sido su casa –donde actualmente vive su hijo-. Allí, dentro de un galpón que había sido aplastado por un árbol, se encontraban los negativos de varias décadas de trabajo. Di Mario sintió que estaba ante un archivo único que merecía ser recuperado. Entusiasmado por la aventura, pidió permiso para ponerlo en valor. Tanto Tiburcio como su familia aceptaron entregarle el material, y con la ayuda de la Fundación Migliorisi, pudo viajar de regreso a Argentina con el mismo.
En una primera etapa, el trabajo se concentró en limpiar y digitalizar. Hoy cuenta con casi 5000 imágenes, las cuales aspiraba a poder publicarlas en un libro, pero el destino quiso que primero fuesen exhibidas.
La prueba de fuego, la paso en la última edición de BA Photo, donde una pequeña selección recibió todo tipo de elogios y reconocimiento, al punto que una de las imágenes fue adquirida por una galería de arte en Brasil. Con este impulso y el apoyo del Banco Ciudad, se encaró la exhibición en el espacio más adecuado que Buenos Aires puede ofrecer: la Casa Central de la Cultura Popular ubicada en las proximidades de la mayor concentración que la comunidad paraguaya tiene en Argentina.
Cincuenta fotografías fueron el resultado del trabajo de edición y escaneo de calidad realizado por Di Mario y Virginia Giannoni. Un diseño de montaje exquisito permite recorrer esta semblanza de la vida de un pueblo, donde nacimientos, cumpleaños, casamientos y muerte, dan cuenta de las costumbres y miradas de aquel tiempo.
A diferencia de lo sucedido con Vivien Meier, donde sus fotografías fueron recuperadas por un joven entusiasta y hoy se encuentran en una situación de litigio por los derechos de reproducción; aquí hay una posibilidad riquísima para quienes investigan, ya que Tiburcio González Rojas está entre nosotros para compartirnos las bases de su trabajo.
En la inauguración, la emoción lo pudo tanto a él como a todos los presentes, porque nunca imagino que el resultado de su oficio podría tener un alcance de esta magnitud. Manifestó que es como empezar una nueva vida, y por eso la visita al taller de fotografía que tiene lugar en la Casa Central de la Cultura Popular fue gratificante.
Para Di Mario, lo más importante era tenerlo a Tiburcio frente a sus obras, permitirle volver al tiempo en el cual tomó las fotografías, rodeado del cariño de su familia y la admiración del público.
Es difícil imaginar lo que siente alguien que ha recorrido con una cámara, un flash y una tela blanca, los eventos que marcaron la vida de un pueblo. Debe ser muy interesante haber vivido todos esos momentos como testigo silencioso del paso del tiempo y hoy que la lente cambia la dirección de su mirada, poder reconocerse en cada uno de ellos.
En la exhibición de Claudia Andujar, Marcados, no pude separar el hecho de conocer que esas imágenes que se presentaban como obras en el contexto de un Museo habían sido tomadas con un fin antropológico-social.
Pese a saber que Tiburcio tomaba fotos carnet, registraba casamientos o incluso debía fotografiar accidentes por pedido judicial; encuentro en sus imágenes el encuadre y la poesía que las convierten en obras de arte.
Quizás porque como muchos dicen, la obra la completa quien la contempla, aunque en este caso, antes que eso medió la mirada de otro artista que dedicó años de trabajo a constituirlo en cuerpo de obra.
Quizás porque Gonzázlez nos recuerda a un dulce amor junto al lago azul de Ypacaraí.