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¿ES NECESARIO ABRIR MÁS MUSEOS?

Según Estrella de Diego, las galerías neoyorquinas se han convertido en los nuevos museos. En un artículo publicado en el diario El País de Madrid del 5 de Octubre señala que la curiosidad frente a la programación de las galerías de Chelsea solo se iguala con la expectativa ante la reapertura del MoMA.

Lo atribuye -en cierto modo- a que las galerías han subido la apuesta: en su extensión arquitectónica, en sus espacios de biblioteca abierta a la investigación, en sus exhibiciones con guión curatorial; ellas se han transformado en un espacio complejo lejos del cubo blanco donde se realiza una transacción comercial.


Los museos llegaron tarde a escuchar al público, a corregir sus guiones, a dar espacio a una igualdad de género en la selección de obras, a poner en contexto las colecciones que por rigor histórico muchas veces lucen anacrónicas, a replantear la mirada contemporánea ante las piezas que por su valor historiográfico merecen un planteo que desafíe al espectador.


Un ejemplo que describe la actual situación que atraviesa a los museos es el acontecido en El Prado donde su autoridad se ha visto desbordada: lo indiscutible de su criterio sobre qué debe ser exhibido ha quedado totalmente fuera de tiempo.

Argumentando que el deseo de exhibir en forma permanente “El Cid” (1879) de Rosa Bonheur correspondía a Javier Barón -responsable de pintura del siglo XIX-, El Prado trató de bajar el tono del reclamo recibido a través de las redes sociales respecto a la ausencia de esta obra en sala permanente. La realidad es que esta pintura se convierte en la cuarta en exhibición cuya autoría corresponde a una mujer. Recordemos que hablamos del museo que se autoproclama la primera pinacoteca del mundo con cerca de ocho mil pinturas.


El ICOM -Consejo Internacional de Museos- considera que, el museo en cuanto institución, necesita un cambio urgente. Pese a ello, en la última reunión solo el 30% de sus miembros estuvieron de acuerdo en una redefinición actualizada del término museo. Leyendo la misma, no sorprende que un 70% se haya opuesto: “Los museos son espacios democratizados, inclusivos y polifónicos para el diálogo crítico sobre el pasado y el futuro. Reconociendo y abordando los conflictos y desafíos del presente, mantienen los artefactos y objetos que les han sido confiados por la sociedad, salvaguardan la diversidad de la memoria para las generaciones futuras y garantizan la igualdad de derechos y acceso al patrimonio para todas las personas”.


Según De Diego, el único cambio de paradigma yace en el hecho de que el dinero cambió de dueños: los grandes presupuestos ya no están en los museos; y en el futuro, las grandes piezas que hoy solo ellos pueden exponer pasarán a manos privadas.


Este debate coincide en tiempo -no en espacio- con la apertura del Museo MARCO en La Boca. El cual abre sus puertas al público en un edificio art nouveau creado por el arquitecto francés Alfredo Massué y cuyo reciclado ofrece un recorrido entre cortado para el visitante.

En el ingreso, el MARCO da señales que luego del recorrido uno puede quedarse un rato más dentro del espacio, disfrutando un café en su bar. Raro entrar por el bar, pero quizás sea una buena decisión para captar a transeúntes desprevenidos que luego puedan interesarse por conocer las obras.

Durante mi visita del sábado por la tarde no encontré indicaciones ni a personas que me orienten por donde comenzar. Instintivamente decidí subir las escaleras, porque desde el frente -en la Planta Baja- veía una pared blanca que no me “decía” que debía ingresar por allí.

En el entrepiso, una señora se paró rápidamente para acomodar unas publicaciones pero su actitud no fue más allá del contacto visual.

Ya en el primer piso, la Colección en Diálogo ocupa la sala. Allí se exhiben obras de Bruno del Giudice, Agustín González Goytía y Lucrecia Lionti inspiradas en piezas de la colección de la familia Cadenas -propietaria y mentora del museo- que fueron realizadas en el contexto de una residencia en el espacio que la Fundación Tres Pinos tiene en otra zona de La Boca.

Cada artista propone un acercamiento a referentes del arte argentino. Su curadora, Paula Carrella, señala que los artistas han encontrado puntos de coincidencia aproximando la historia del arte a sus propias prácticas.

No queda claro si el museo exhibirá en algún momento su colección permanente o si trabajará con esta metodología de diálogo intergeneracional. En cualquier caso, merece la visita.


Como contrapunto -y en el mismo barrio- la galería Quadro realizó el cierre de la exhibición “Tarde” de Lucía Delfino. Se dieron cita Florencia Malbran, Veronica Gómez, Juan José Cambre, Silvia Gurfein y Gian Paolo Minelli, para conversar junto a la artista sobre su obra.

Estas experiencias son muy enriquecedoras, tanto para los artistas como para el público, ya que tienden puentes y abren un diálogo que no tendría posibilidad de existir en otro contexto. En esta ocasión la propuesta era reflexionar sobre la luz en el arte como elemento indicador del tiempo y de la vida.

Como señaló Daniel Gigena en su crítica de Página 12, “En la nueva muestra de la joven artista platense Lucía Delfino, luz y oscuridad laten en un mismo universo doméstico, íntimo y vegetal”.

Además de las pinturas, Delfino llevó adelante una instalación que proponía transitar el itinerario que realiza la luz y la sombra en una situación acromática: flores y jarrón cubiertos en arcilla invitaban a descubrir los claroscuros sin la distracción del color.

Este es un muy ejemplo de lo que Estrella de Diego señalaba que sucede en la programación de las galerías en relación a los museos. Quizás en Argentina casos como los de Quadro son poco frecuentes, pero sin duda están en la tendencia internacional.


También los talleres de artistas son de lo más tentador para el público. En Bushwick, Nueva York, la programación de los Open Studio es desbordante. Recuerdo que pensé podría recorrer varios edificios y no llegué a cubrir uno, ya que en ese único lugar que comencé mi recorrido había 21 estudios y varias galerías.

Misma situación me sucedió con la nueva edición de La Gran Paternal, cuya programación de 33 talleres con 100 artistas fue imposible de completar pese a los dos días en que los espacios están abiertos al público.

Hoy se suma un nuevo circuito para quienes disfrutan del arte: Distrito Once. Josefina Madariaga y Gastón Silveira Cabrera pensaron en abrir sus talleres e invitar a vecinos de Once y Abasto a reconocer en esta zona -a veces llamada Jerusalima- algo más que el cruce interreligioso de sus habitantes. En esta primera edición participaron Panal 361, San Luis Arte y Oficios, Espacio MoPa, Paula Cecchi y Pablo Noce.

Este rol que se le impone a los artistas alejándolos de la producción de la obra y forzándolos a gestionar, no siempre resulta efectivo. Por eso es valioso destacar que tanto La Gran Paternal como Distrito Once son las excepciones a la regla: los artistas se autogestionan y lo hacen muy bien.


Taller El Local, es el espacio de trabajo de Alejo Arcuschin, quien invitó para la 5° Edición de LGP a Carolina Fernández y a Rodrigo Noya. La estructura de un típico local de barrio con dos vidrieras laterales y una puerta de ingreso en el centro, funcionó perfecto para dividir los trabajos de los artistas sin por ello quitas unicidad al planteo expositivo. Conocía la obra de Fernández por la exhibición que realizó el año pasado en el Museo de Arte Contemporáneo de Lanús y su planteo aquí -como el de entonces- no defrauda al espectador. Su trabajo sobre cartón enfrentado al trabajo de Arcuschin en acetato coincide en la búsqueda de forzar los límites del material.

Villa Z propuso al público participar de un Festival de Proyectos Artísticos Irrealizables: debían completar un formulario donde describir el proyecto, fijar coordenadas espacio-temporales, enumerar materiales y establecer un presupuesto estimado. Para medir el índice de factibilidad se valieron de otro formulario donde se debía marcar el punto exacto del proyecto a partir de un cruce de ejes donde el Norte era Museable, el Sur No Museable, el Este Inviable y el Oeste Viable. Pude escuchar algunas presentaciones y fue muy alentador ver que la mirada del otro no era crítica destructiva sino que estaba llena de ilusión y optimismo. Porque no hay proyectos imposibles, sino realidades apremiantes.


Regresé a mi casa con un pequeño volante rosa que entregaban en Media Galería. Allí se presentó el Fondo de Textos Curatoriales: un archivo de la redacción curatorial en Argentina desde 1990 hasta la actualidad. En la sala se podían ver textos de distintas exhibiciones pegados en las paredes, mientras otros yacían en la vereda. Los archiveros Laura Gindlin y Nahuel Risso se preguntan ¿quién lee los textos curatoriales?

Creo que la respuesta a esta pregunta, es un tema mucho más controvertido que la dificultad de los museos para poder aggiornarse al público contemporáneo. Porque hay un ritual que parece sostener ciertos espacios donde los textos son indescifrables, al punto de poner en duda si lo que estamos viendo se corresponde con lo que estamos leyendo. A esto hay que sumarle la infinidad de lugares comunes en los cuales estos textos caen permanentemente y la constante mención a cuatro o cinco autores que justifiquen los párrafos excedidos de adjetivos calificativos.

Volviendo al pequeño volante rosa -que sostuve entre mis manos en el viaje de vuelta a casa- su texto no deja de coincidir con la problemática de los curatoriales. Allí afirmaban que “Si el arte es una mierd*, el texto curatorial es el papel higiénico” Pues entonces, ¿para qué coleccionarlos? La respuesta de los archiveros es la siguiente: “para perderlos o tirarlos estamos nosotros”. Así que les propongo: si algún texto que les quedó en el fondo de la mochila doblado y sin leer, acerquenlo hasta Espinosa 1881. Allí le darán el debido destino que estos papeles deben de tener. Porque Media Galería ha escuchado activamente al público y se anticipó a cualquier demanda que pudiera surgir a través de redes sociales, demostrando que como señala Estrella de Diego las galerías están más atentas que los Museos y son en consecuencia los espacios donde el arte se encuentra con el público.

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