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NINGUNA IDEA ABSOLUTA

André Bretón dedica al dadaísmo el texto Los pasos perdidos[if !supportFootnotes][1][endif]. Allí sentencia la suerte de tod os aquellos que se le atrevan a este movimiento a través de una de las afirmaciones más descarnadas: “no puede haber ninguna idea absoluta”

En esta exhibición en Salas de Máquinas, donde se reúnen las producciones de cinco artistas atravesados por la experiencia de una residencia en la ciudad de Madrid, se probará la vigencia de esta afirmación.

Los motivos por los cuales los artistas llegan a esta ciudad, conocida para los latinoamericanos como la puerta de ingreso a Europa, son diversos y en algún punto coincidentes. Optimizar la estadía mientras que se ha viajado por otro motivo, aprovechar las ventajas del clima seco para probar nuevos materiales, probarse a sí mismos que pueden con el peso de la distancia o conquistar la ciudad a quien Roberto Arlt le dedicó sus afamadas Aguafuertes. Quizás sea alguno o la suma de todos ellos, el motor que los impulsa a aventurarse en el programa de las residencias RARO Madrid.

El orden en que llegaron cada uno de los artistas a Madrid no es relevante para lo que han producido, pero sí lo es por el modo en que se han enriquecido a partir de la mirada del otro. Ese otro, que al encontrarse en igualdad de condiciones frente a los espacios de trabajo, los museos, las galerías y los intercambios; resultó ser un aliado sólido como el eslabón de una cadena que los une a sus particulares producciones.

Gastón Andreatta es de Mar del Plata y divide su tiempo entre la docencia, sus pequeñas hijas, su esposa y la pintura. Aquí tuvo oportunidad de probar y experimentar la intensidad de deshacerse de lo cotidiano (los horarios, los compromisos laborales, los deberes familiares) y dedicarse de lleno a la pintura. Venía decidido a producir con lo que se encontrase, a trabajar a partir de una pincelada menos acabada y a probarse a sí mismo que podía con la lucha sin tregua que impone pintar la imagen como es, en lugar de cómo se la recuerda. Sus paseos por el sitio de desguace madrileño, conformaron un registro fotográfico de 350 imágenes con las cuales fue construyendo pintura tras pintura.

Junto a Eugenia Bracony tuvieron grandes conversaciones desde el comienzo, quizás porque Gastón había estado trabajando sin descanso y Eugenia llegaba con las energías en el más alto nivel; quizás por el lugar que en la vida de cada uno ocupa la cerámica o simplemente porque así debía de ser.

Dibujar en el espacio con arcilla es un modo de definir el trabajo de Eugenia, aunque no es tan simple como eso; porque ella está interesada en el irreductible espacio vacío interior de cada forma.

Con la idea del vacío surgió la necesidad de una lectura clásica del mundo del arte: “Vacío y plenitud”[if !supportFootnotes][2][endif] de Francois Cheng. Recuerdo que mi primera aproximación a esta obra -cuando aún estaba en la Universidad- fue reveladora “... En la óptica china, el vacío no es, como podría suponerse, algo vago e inexistente, sino un elemento eminentemente dinámico y activo. Ligado a la idea de alientos vitales y al principio de alternancia yin-yang, constituye el lugar por excelencia donde se operan las transformaciones, donde lo lleno puede alcanzar la verdadera plenitud…

La cita puede resultar un tanto extensa, pero es tan apropiada para el proceso creativo de Eugenia, que merece no perder ni una sílaba, ni una coma. Porque esta tensión que la artista encuentra en el vacío es su foco de interés. Hay mucho más en los huecos que los contornos que los delimitan, hay una energía que se manifiesta en franca lucha contra el material que la encierra, surgiendo a través de sombras proyectadas y dejándose descubrir por el ojo del visitante que se atreve a recorrerla.

Pero ésta no ha sido la única recomendación literaria que recibió Eugenia: Javier le sugirió acercarse a la obra de Jorge de Oteiza y me atrevo a señalar que debemos citar una discusión que el escultor plateó durante su estadía en Colombia y que se conoce como “Carta a los artistas de América”[if !supportFootnotes][3][endif] Allí Oteiza anuncia su fe en el futuro y en la nueva generación de artistas que dará un vuelco al derrotero que atraviesa el arte en el mundo. Oteiza había vivido entre 1935 y 1948 en Argentina, Colombia y Perú. Su discurso era producto de lo que sus propios ojos habían visto. Sin que por ello dejase de ser objetivo, el escultor español puso de manifiesto las principales premisas de lo que se considera “lo americano”.

Eugenia Bracony no conocía la obra de Jorge de Oteiza y estoy segura que si viese la fachada del Santuario de Aránzazu le sorprendería cuán acertada fue la recomendación de acercarse a la obra de este escultor.

Javier Tárrega es agudo en sus observaciones siempre. Del mismo modo que pensó en Oteiza como imprescindible para Eugenia y su trabajo, conoce los parámetros dentro de los cuales desarrollar el propio.

Sabe que el éxito de su propuesta en el espacio público radica en que los movimientos causales no tengan utilidad. Porque para él, la experiencia del individuo en relación con el lugar tiene que fluir sin ataduras ni expectativas que impongan límite alguno.

Artistas como Javier, que quieren llevar a cabo ideas en comunidad y con un fin colectivo, enfrentan un gran desafío al tener que presentarse en un espacio expositivo donde no hay tantas oportunidades de linkear con “ese otro” como las que sí abundan en el espacio público.

Sin embargo, la dinámica que se produce entre espacio y espectador encontrará -en lo que podría verse como limitación edilicia- una potencial salida al exterior a través del patio interno de SDM. Y activando varios de nuestros sentidos, podrá darse el gusto de extender los límites que un edificio -en medio de otros tantos- impone al concepto de lo público.

Julián León Camargo ha estado trabajando en un espacio en conflicto. Por ese motivo, el acceso al taller tuvo que ajustarse a los días y horarios en que -de la mano de un colega- podía escabullirse por el frente del edificio hasta su estudio.

El artista nacido en Colombia y residente en Buenos Aires llevó a Madrid una imagen, la cual no necesariamente será explícita para el observador, pero que contiene en sí todo el sentido de su obra.

La técnica elegida involucra la serigrafía, ya que la entiende como un modo de añadir a la tela otra capa de pintura. También utilizó aerosol y stencil para la frase que se desdibujó dentro de una suerte de corteza pictórica.

En el segundo taller, Julián tuvo ocasión de modificar la orientación de la tela. Colgada de la pared, siguió transformando la materia en textura.

Por su parte, Jimena Travaglio se impuso la ardua tarea de trabajar con un material de desecho -latas de cerveza- para construir un textil cuyo patrón tribal será en parte resultado de aplicar técnicas de repujado y grabado.

Jimena trabaja a diario en un espacio ubicado frente a la Mezquita del Barrio Senegalés. Sensible a todo lo que la rodea, se acercó a los comerciantes de telas cuyos patrones textiles abrieron nuevas lecturas para su obra.

La instancia mecánica de recolectar las latas, lavarlas, cortarlas, transformarlas en plancha para luego cortar cada módulo, no fue tan sencilla como en Buenos Aires o en Viedma. En Argentina tiene su sistema “aceitado”, pero en Madrid necesitó ajustar sus expectativas a las posibilidades que le brindó la realidad local.

Acompañar desde la distancia a cada uno de los artistas ha sido un lujo para mi. Conocer el espacio de SDM permitió construir un recorrido posible, tal como el que Isabella d´Este producía para su camerino. Aunque lejos de mí está el compararme con las excentricidades de la monarquía del siglo XV, rescato que Isabella supo seguir a los artistas que producían obras para su colección desde un lugar de respeto y admiración. Al punto de realizar encargos y dejar el tema central de la obra a criterio del autor -situación extremadamente peculiar para ese entonces-.

A todos Ustedes, los invito a mi camerino, que hoy se encuentra en Sala de Máquinas, para que recorran las experiencias que Gastón, Eugenia, Javier, Julián y Jimena han producido en el contexto de sus residencias. Experiencias que prueban la inexistencia de ideas absolutas.

A ellos, les pido que hagan caso de las palabra de Breton. Porque han detenido su andar por un momento para dejarnos su huella. Pero deben seguir su camino. De modo que,

Déjenlo todo.

Dejen Dadá.

Dejen a su esposa, dejen a su amante.

Dejen sus esperanzas y sus temores.

Abandonen a sus hijos en el rincón de un bosque.

Dejen la presa por el reflejo.

Dejen si es necesario una vida holgada, lo que les presentan como una situación con porvenir.

Partan por las carreteras.

Déjenlo todo y partan al encuentro de su próxima obra.

Mientras nosotros como privilegiados testigos contemporáneos les esperaremos siempre aquí!

Cecilia Medina

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[if !supportFootnotes][1][endif] 3. Los pasos perdidos, página 11. André Breton. Antología (1913-1966). Selección y prólogo Marguerite Bonnet. Traducción Tomás Segovia. Siglo XXI Editores. Decimocuarta Edición. México, Mayo 2008

[if !supportFootnotes][2][endif] Francois Cheng, Vacío y Plenitud. El lenguaje de la pintura china. Traducción de Amelia Hernández y Juan Luis Delmont. Ediciones Siruela. España, Marzo 2005

[3][endif] Oteiza, Jorge de. “Sobre el arte nuevo en la post-guerra : carta a los artistas de América.” Revista de la Universidad del Cauca (Popayán, Colombia), no. 5 (October -December, 1944): 75–109. https://icaadocs.mfah.org/icaadocs/ELARCHIVO/RegistroCompleto/tabid/99/doc/1089675/language/es-MX/Default.aspx

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