Luego de 14 años, Takashi Murakami realiza su primera exhibición individual en Tokio. Y una sola palabra sintetiza el acontecimiento: monumental.
El barrio: Roppongi, donde las Embajadas, empresas y shopings conviven con la vida nocturna más sofisticada
El lugar: Mori Museum, en el piso 53° del Mori Building,
Las obras: pintura, escultura y los cien metros de paneles donde plasmó a los 500 Arhats La yapa: el Takashi Murakami Flower Café, donde las emblemáticas flores invaden paredes, piso, techo, bebidas, comida y merchandising.
En el final del recorrido, Murakami refiere a que se siente extraño a sus jóvenes 53 años realizando una retrospectiva, lo cual lo acerca mucho más a la imagen humilde que un japonés debe tener. Pese a lo cual, no es aceptado por todos los japoneses, ya que muchos de ellos consideran “irrespetuoso” su estilo y tratamiento de las imágenes.
Algunos refieren a que en estos 14 años se encargó de construir la solidez sobre la cual se encuentra hoy para enfrentar lo que pasa con frecuencia: nadie es profeta en su tierra.
Su personal estilo es conocido como suplerflat, y en él conviven la herencia de imágenes bidimensionales de la historia del arte y cultura japonesa con el manga, el animé y el otaku. El color es protagonista, y las superficies reflejan la mezcla de imposibles mundos cotidianos con lo sobrenatural.
Ocupa un lugar destacado en el mercado del arte. Kaikai Ki Ki Corporation, la galería de arte que circula sus obras y las de otros artistas internacionales; es, ante todo, un espacio de producción y promoción para jóvenes artistas, proyectos internacionales de arte y la feria Geisai.
Un artista que en poco más de medio siglo de vida, crea un estilo personal, una forma de presentarlo y una herramienta para llegar en el mercado a donde quiere, merece el adjetivo de monumental. Y no es posible hablar de esta exhibición sin reconocer que en cada obra hay historia, cultura, investigación y ante todo un motivo por el cual atravesar con lenguajes actuales los símbolos del pasado.
Para apreciar a los 500 Arhats es imprescindible conocer qué significan en la tradición budista. Se trata de aquellos discípulos que han alcanzado el estado arjathan, luego de vencer su codicia, ira y falsas ilusiones y los residuos kármicos de vidas pasadas. Han aprendido las enseñanzas del Buda histórico y alcanzaron el estado más alto de un discípulo. Por lo tanto ya no se reencarnan en el mundo del sufrimiento, han sido liberados del ciclo del samsara.
Los Arhats fueron pintados por vez primera en el siglo XI. Desde entonces, se repiten en esculturas muy visitadas en los templos o parques. Que Murakami los tome y eternice es un deleite para sus seguidores.
En los paneles hay detalles que continuamente refieren a la tradición budista y la cultura japonesa. Mientras los brillantes colores y las formas nos distraen de lo histórico, el viento, el fuego, las montañas y bosques; o las largas pestañas de Binzuru (uno de los 500 Arhats asociado con la sanación, tan necesaria para un Japón arrasado por los desastres naturales), nos llevan de regreso a la tradición.
Los vientos que mueven el inicio de uno de los paneles, se transforman en espirales tumultuosos que llevan a un mar revuelto del cual surge un monstruo y una ballena blanca, mientras un monje de largas uñas y ojos saltones mira consternado al cosmos. Todo contenido en una fracción de los cien metros de extensión.
Para la crítica de arte Hunter Drohojowska-Philp, la herramienta que utiliza Murakami es la historieta y aunque reconoce que sus inicios corresponden al animé, considera que hay un grotesco exagerado en los rasgos de los monjes y en los símbolos de devoción del budismo. El nacimiento, la muerte, lo infinito, la reencarnación, las inundaciones, el fuego, el cosmos, la tierra (todos ellos grandes temas de la tradición japonesa que han sido pintados a lo largo de la historia) se constituyen en los medios necesarios para poder llegar a su pueblo.
Hay varias pinturas y esculturas que merecen una reseña particular, pero la admiración de una obra en dimensiones monumentales como los 500 Arhats, plantea lo inabordable del ser. Y así es el futuro, el lugar donde Tokio acoge hoy a su máximo exponente contemporáneo Takashi Murakami.