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CUAL TENAZ ESPORA

Con sus ojos fijos en lo nuevo se aventuran, descarnadamente, a conocerlo todo. La mirada construye escenarios donde la magia sucede: el verde de la naturaleza y el azul turquesa del cielo se mantienen puros. El cuello y los puños de la camisa no registran rastro de la aventura. Tampoco hay vestigio alguno en el vestido de Lina.


En sus manos, ambos sostienen el ingrediente para la receta magistral, aquella que podría rescatarlos de la mirada triste en que este viaje los sumergió. Acaso inventado, acaso soñado, lo cierto es que el lugar cambió y ya nada significa lo mismo.


Respetuosos y sabedores de la importancia del rito, cubrieron su rostro con máscaras. No las que le habían robado al colmenero, sino las que tuvieron que diseñar la noche anterior a escondidas, al descubrir que las adquiridas no funcionarían.

Ella probó primero, siempre la audacia femenina por delante. Luego extendió su mano hacia Martin, quien tomó el pequeño cuenco y vació sigilosamente el contenido en su boca.


Y así, cual bacterias ante condiciones desfavorables resisten, a la espera de un mundo mejor. Porque no hay lugar para la mentira en la niñez, y solo como esporas pueden luchar contra los vacíos que los adultos les construyen con ausencias y silencios.

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