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DESEMBARCO

“El porvenir ya existe”

El jardín de los senderos que se bifurcan, Jorge Luis Borges

La Revolución de Mayo de 1810 dio lugar a un cambio de mentalidad en los pobladores de Argentina y tuvo su corolario seis años después con el acto de Independencia.


2016 marca el Bicentenario de ese acto, el cual inició la construcción de una identidad nacional.


Eduardo Schiaffino, pintor argentino, fundó en 1876 la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, lo que se convertiría luego en la Academia Nacional de las Artes. También fue el creador del Museo Nacional de Bellas Artes y fue su director hasta 1910. Pero ante todo, fue el primer pensador cultural de Argentina y prueba de ello fue la larga disputa, primero epistolar, luego a través de columnas críticas en los diarios de la tarde, que mantuvo con el entonces artista y crítico español A. Zul de Prusia.


Mientras Schiaffino sostenía que era necesaria una política que propicie la consolidación de un arte con identidad, su colega español señalaba que arte era lo que sucedía en europa. Llegaron a batirse a duelo en diciembre de 1891.


En la prensa se sentenció: “Habrá arte y crítica artística en Buenos Aires cuando lluevan uvas. Bueno sería que este caso no creara imitadores. Que los pintores no se saquen sangre con pinceles”


Doscientos años han transcurrido desde la intención de conformar una nación y su identidad artística ha tenido espasmodicamente referentes. Algunos alcanzaron fama y reconocimiento, pero aún queda mucho camino por recorrer en la consolidación de una identidad. Hoy, los protagonistas del campo artístico interpelan a través de sus obras la construcción de esa identidad.


Desembarco, intencionalmente diverso en disciplinas, estilos y formaciones académicas, presenta relatos personales tan únicos y diferentes como cada ser humano es en realidad.


Adriana Carambia trabaja con la fragilidad del soporte y desafía esa dificultad tan humana y tan material en su obra. Micaela Escudero, apela a la construcción de una realidad que conjugue la superación y reparación de la memoria individual.

Coincidentemente, Cristina Portela trabaja con las memorias traumáticas que arrasan e invaden el presente. Daniel Romano rescata un fenómeno cultural que nos atraviesa como sociedad más allá de creencias religiosas y su instalación constituye un espacio de diálogo, oración, meditación y recuerdo. Beatriz Ruiz nos acerca a paisajes construidos sobre papel intervenido con fuego guiándose por los accidentes y texturas provocadas, evocando memorias y escenarios visibles e invisibles.


Encontramos coincidencias en las preocupaciones de los artistas argentinos, en las búsquedas personales que plasman en sus obras recurriendo a los soportes que en cada caso sienten más propios a su lenguaje. Eso los hace únicos. Eso los hace uno.


Desembarco es argentino y ese porvenir que Schiaffino construyó sin descanso hoy existe, y se contempla en cada una de las obras de los artistas que trabajan construyendo su identidad.

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