“Si me pidiese que resumiera lo más brevemente posible mi visión de las cosas, que la redujese a su mínima expresión, en lugar de palabras escribiría un signo de exclamación, un ! definitivo”
Ese maldito yo, Emile Michel Cioran
La visión de las cosas se da en el contexto de las experiencias pasadas, la cotidianidad de nuestra vida y las aspiraciones que poseemos. Sin embargo, a veces, muy excepcionalmente, sucede que la visión de las cosas está por encima del lugar del cual venimos y de la realidad que transitamos siendo guiado el individuo por una irrefutable intención de construir un mundo mejor.
Conocido como el primer cura villero, Carlos Mugica tenía todas las condiciones para disfrutar de una vida acomodada, sin sobresaltos y rodeado de su familia. De hecho, llegó a probarse en un club de futbol al terminar el secundario. Pero la vocación fue más fuerte. A los 21 años, enfrentando las expectativas de su padre quien lo veía como su sucesor, comunicó a su familia que sería sacerdote. Lo demás, es conocido por todos, su militancia, su compromiso, su trabajo a destajo en la Villa 31. Su muerte: un asesinato aún impune, pese a que su ejecutor fuera identificado por varios testigos, los cuales encontraron la muerte poco tiempo después de haber declarado.
¿Qué lleva hoy a un joven artista a volver al lugar donde Mugica dio origen al cura del pueblo?
A través de los retratos y las pinturas abstractas, Federico Palacios nos convoca a saldar una deuda con nuestra historia más reciente y con nosotros mismos como habitantes de esta ciudad.
Su señalamiento sobre la arquitectura y la urbanización, que hace de la autopista un lugar de tránsito para algunos y el techo de su casa para otros, no escapa a la mirada con que es identificada la Villa 31 y 31 bis en Buenos Aires.
La materialidad en sus pinturas reconoce el concreto que atraviesa el cielo de este barrio y que ha llegado al punto de dividirlo de su capilla.
¿Por qué traer hoy estas pinturas a un espacio como la Casa de Clelia?
Porque es aquí donde deben de estar, porque es aquí donde realmente serán apreciadas y porque es aquí donde todo comienza. Es en este barrio donde un joven Mugica entendió que “la felicidad no está en las cosas de uno sino en las cosas de los demás”.
Por eso, para Palacios su obra se completa en la mirada de los habitantes de este lugar.
Mi visión de las cosas entra en conflicto entre lo que se y lo que siento. Yo se que las pinturas que aquí se exhiben reafirman el Derecho a la Belleza, aunque siento que es casi imposible apreciarla cuando tanta injusticia nos rodea.
Pienso en Mugica, la voz de los sin voz; y es entonces que apelando a la capacidad del arte como sitio de exploración, espero nos ayude a encontrar el camino hacia un mundo mejor. Donde seguro la belleza estará al alcance de todos. Donde seguro escucharemos su voz.