La primera vez que Hito Steyerl habló de la imagen pobre, señaló que se trataba de una copia en movimiento y que debido a su mala calidad y baja resolución se deterioraba al acelerarla, convirtiéndola en el fantasma de esa imagen. Corría el año 2007 y había sido invitada para hablar sobre el tema en una conferencia sobre el ensayo cinematográfico. Desde entonces y hasta su versión final en la publicación del libro de 2012, el concepto se enriqueció con miradas de colegas y con el trabajo de editores en diálogo con la artista.
Por su parte, Jihoon Kim al referirse a la obra de Jim Campbell Home Movies 300-1 (2006) señaló que lo que captaba la atención del espectador era el registro fantasmagórico de los miembros de una familia percibido como un continuo.
¿Se tratará de una coincidencia o de un factor imprescindible para la obra cuya materialidad es la imagen en movimiento?
La Real Academia Española atribuye hasta ocho acepciones a la definición del término fantasma. Ocho también son los artistas que exhiben hoy en Videntium.
Hay dos de las acepciones: “imagen de un objeto que queda impresa en la fantasía” y “visión quimérica con la que se da en los sueños o en las figuraciones de la imaginación”; que resultan pertinentes y descriptivas a las obras.
María José D´Amico trabaja El antagonista del amor alrededor del tema del desamor, cuestionando la vigencia del cine como lenguaje al formalizar su obra dentro de televisores. Es el cine, pero en pantalla chica. Es el cine, que perdió la emoción del espectador dentro de una sala a oscuras rodeado de extraños. Aunque como en el cine, la fuerza de la imagen y sus diálogos muestran un amor muy profundo que ya no existe.
Si hablamos de lo que ya no existe hablamos de la pérdida, de la privación de lo que se poseía. Paula Pellejero desarrolló en Alianza una investigación casi arqueológica. En la imagen poéticamente creada, aquel anillo que ocupó su dedo anular durante años de matrimonio se transforma en una forma geométrica que conserva el valor económico pero carece de peso emocional. Sin poesía alguna, ¿qué forma toma la ausencia si a diferencia del oro no se puede manipular? ¿Acaso la de una imagen rota o fragmentada?
En Mónada, la proyección monocal de video que presenta Carla Pucci, inferimos inmediatamente que algo le sucede al cuerpo de una mujer que se encuentra en el agua. Nuestros ojos locales le agregan un valor específico a esa imagen que puede disentir con la intención de la artista. Ella se pregunta qué sucedería si este contenido llegase a otro tiempo y espacio. Cual sonda espacial que cruza el sistema solar en busca de información ¿le diría la imagen de la obra a quien la reciba lo que realmente sucedió o lo mismo que vemos nosotros hoy?
Incertidumbre es lo que nos provoca el recorrido visual y sonoro de Caterva. Minuciosamente creada por Pablo Trujillo a través de la utilización de cámaras de inspección boroscópicas y con la habilidad de quien se desenvuelve naturalmente en la superficie y en las grandes profundidades marinas, esta obra se sostiene únicamente en la ilusión de encontrar el objeto deseado.
Alejandra Lescano ha trabajado en los últimos años en la búsqueda de hacer consciente los movimientos de su cuerpo. Hoy transmite la serenidad de quien ha encontrado el punto de equilibrio. A través de la meditación en movimiento, la imagen que presenta en I no escapa a la técnica de Tai Chi ni a su oficio de colorista, cuya combinación le brindó la precisión necesaria para cristalizar artísticamente el reflejo.
El modo espejo en que las imágenes de Lo humano se presentan acentúan la carencia de este valor por definición. Cuando Silvina Jigena concibió esta obra persiguió plasmar el salvajismo del hombre contra el hombre, donde monstruos y víctimas se confunden en un presente sin futuro con un único factor en común que los atraviesa: la destrucción. Su particular enfoque -sumado a su idea de montaje- no hacen más que interpelar al espectador desde una posición crítica. Ella considera que la obra está en proceso, cuando en realidad somos nosotros ese proceso que allí se refleja.
Y como los procesos están conformados por ciclos, no es de sorprender que la obra Sin Título de Rina Venetucci muestre símbolos de períodos de tiempo que acabados vuelven a contarse de nuevo. Uno cree identificar exactamente a qué momento histórico de nuestro país se corresponde la imagen, sin embargo, la historia vuelve a repetirse y esa certidumbre sobre la iconografía se desvanece al siguiente minuto por un detalle temporal.
La desazón que nos queda ante esa violencia no disminuye ante la serenidad de las imágenes de Civitas de Guillermo Miconi. Fue una excelente decisión del artista el trabajar tan profundamente en la calidad de la imagen porque el vacío que nos proyecta -que no es otro que el que nos produce nuestra vida contemporánea- sólo puede apreciarse ante lo prístino de su configuración. La tensión que reina en el día a día, no nos permite reconocer que esa quietud es soledad, de la peor clase, de la que hemos construido al encerrarnos en nosotros mismos y dejar de mirarnos en los demás.
Quizás los fantasmas de los que hablan Hito Steyerl y Jihoon Kim surjan en el arte como contracara de todos aquellos a los nos enfrentamos en la lucha diaria. Una prueba más de lo fundamental del arte para nuestra preservación como especie, ya que en la hostilidad y negación que se vive, son los artistas quienes señalan incansablemente lo que realmente pasa.
Por eso quisimos que Videntium fuese una exhibición con muchas y diversas voces que permita reflejar el otro lado del arte contemporáneo argentino. Para reconocernos en el trabajo del otro, para constatar que no estamos solos y para dar visibilidad a las cuestiones que no son de mercado ni complacientes sino de pura humanidad.
“Los condenados de la pantalla” Hito Steyel, Caja Negra Editores , 2014-2016, Capítulo “En defensa de la Imagen Pobre” Página 33