Muchos han coincidido en que esta edición de BA Photo ha sido por lejos la mejor de los últimos años.
Con la intención de ver si esta opinión era compartida por distintos perfiles de visitantes, decidí tomar como referencia a una fotógrafa que admiro profundamente y a un joven coleccionista con quien acordamos no exceder un presupuesto de U$S5000.-
Ambos se mostraron entusiastas ante la diversidad de obra exhibida. Sus señalamientos fueron muy valiosos para poder compartirles una visión más amplia y nutrida de esta feria.
Algunos expositores se han modernizado y optaron por códigos Qr para ampliar la información al visitante. En el espacio Muchnik intentaron ir más allá al ofrecer una app, pero se quedaron en la intención ya que no tuvieron en cuenta a los usuarios iPhone y la misma fue solo accesible para los usuarios Android.
En la mayoría de los espacios -y este es un punto que BA Photo no ha mejorado- las condiciones de montaje e iluminación estuvieron descuidadas: cables a la vista, conexiones con alargues, pintura colocada a último momento que en lugar de ocultar errores, los resaltó. Pero esto es una constante en las ferias de Argentina y es lamentable que no entiendan que esa distracción que produce la falta de prolijidad impacta en la correcta contextualización que una obra debe de tener para ser apreciada.
Un espacio y una obra que lució impecable fue AG -el estudio de Alejandro Gulminelli- donde coincidimos con el coleccionista en lo original de la propuesta y en la calidad de su ejecución. Como dicen los ingleses “He nailed it”. Se trata de una fotografía impresa en papel acompañada del negativo que la transforma en obra única. Gulminelli diseñó también un sistema de iluminación y enmarcado para esta obra que garantiza la correcta visualización de su idea: por contraposición sobre lo inmediato y replicable de la fotografía digital actual, señalar el valor de la originalidad y unicidad en la obra de arte.
Walter Benjamin en “El arte en la era de la reproducción mecánica” puntualizaba “... incluso en la reproducción mejor acabada falta algo: el aquí y ahora de la obra de arte, su existencia irrepetible en el lugar en que se encuentra…” Y suma el concepto de “existencia singular” lo cual nos permite apreciar aún más la obra de Gulminelli.
¿Pero qué pasa cuando las ediciones de cada fotografía son muchas e incluso en diversos formatos? Más allá del valor comercial, ¿es acaso esa la idea del artista para su obra?
Aquí otro caso curioso en el cual el hallazgo le corresponde 100% al coleccionista. Se trata de la obra de Arturo Aguiar presentada en la Galería Imaginario. La imagen colorida y abstracta corresponde a la serie “Formas de Luz”. Según informa la galerista, uno puede comprar la imagen completa, en forma de díptico o tríptico, o una fracción de alguna de estas últimas opciones. Las medidas también quedan a criterio del consumidor. De allí que la cuestión de la edición queda en terreno nebuloso. Si bien esto no le quita belleza alguna a la pieza, sería incorrecto asesorar a un coleccionista sobre el valor y proyección que podría tener para él en el futuro esta adquisición.
Estas opciones de compra las ví por primera vez en las piezas de Milo Locket, donde el hecho no sorprende porque cumplen un rol decorativo; donde es comprensible que el cliente o el diseñador de interiores deseen ajustar el objeto al tamaño del sillón o al color de la alfombra.
¿Pero qué buscamos cuando miramos una obra de arte con intención de compra? ¿Qué armonice con la paleta de la casa o qué nos conmueva y nos haga vibrar?
Para la fotógrafa que nos ofició de guía en este recorrido, las obras son de un modo y una medida imposible de ajustar a sofá alguno. Desde aquí, enumerados sus elegidos.
La serie de fotografía digital de Lorena Marchetti presentada en la Galería Gachi Prieto donde imágenes de 7,5 x 7,5 cms han sido enmarcadas con paspartú y marcos blancos a un tamaño casi A3 obligando al observador a aproximarse para poder descubrir de qué se trata la imagen.
En la Galería Vía Margutta, la obra de Pablo Boneu “Al fin lo hallamos” que es un cruce con lo textil muy interesante, donde sobre cuatro urdimbres de hilos de algodón libres de ácido, intervino manualmente la impresión fotográfica.
La imagen poética de Teodolina Detry en blanco y negro presentada en la Galería Zona De Photo son -en palabras de nuestra guía- una obra “simple pero bellísima”.
Retomando el recorrido junto a nuestro coleccionista -quien se detuvo en la Galería Lira por la obra de Ernesto Javier Fernandez- nos acercamos al que podríamos llamar su preferido: un retrato de la serie “Fotofobia” del artista venezolano Beto Gutierrez, realizado con una luz muy específica con la que retrata a personajes albinos. Según manifiesta Gutierrez, su intención es presentar una metáfora en la que la sensibilidad exacerbada a la luz, propia de la condición genética de los retratados, sirve como espejo de la propia sensibilidad al medio fotográfico -que tiene el autor- y a la saturación de imágenes en las que nos encontramos como espectadores de un mundo cargado de información visual, mayoritariamente anodina.
La última parada -y que de así decidirlo se llevaría todo el presupuesto- fue en la Galería Younique. Con sedes en Lima y París sus socios -de ambas nacionalidades- presentaron el trabajo del fotógrafo francés Georges Rousse. La galería ha colaborado en varios de sus proyectos instalativos y apostó a las imágenes geométricas resultantes de los mismos para su desembarco en Argentina. Trabajos exquisitos derivados de una construcción colaborativa de la imagen a retratar que parten de un dibujo previo trabajado en acuarela para alcanzar el máximo de los detalles posibles.
Los dejé a ambos por un momento, para sumergirme en el proyecto que más captó mi interés “Exposición en Tiempo Real” de Vivian Galban.
Este esfuerzo titánico de la artista por construir una cámara obscura a escala humana -que invita a resistir al menos diez segundos sin moverse frente a ella para ser retratado- esconde quizás la más poética de las construcciones artísticas. Porque mientras lo analógico del proceso toma su tiempo, la conversación entre artista y retratado propician un encuentro único en el mundo contemporáneo. Aquí no hay modo alguno de instantaneidad, aquí hay que esperar: primero unos segundos para ser retratado, luego varios minutos para que la imagen aparezca en el papel posteriormente de la acción de los químicos.
Las copias positivo directo, reveladas analógicamente in situ, constituyen en tiempo real la obra. Algunas de las imágenes están movidas: aunque muchos piensan que estuvieron quietos -durante los diez segundos de rigor- un mínimo parpadeo deja la huella que prueba lo contrario.
Otras imágenes sufren aleatoriamente ciertas alteraciones durante el proceso de revelado. Estas alteraciones -a veces intencionales- resultan en retratos con atmósferas atemporales.
La poesía de la obra, yace en cada una de estas instancias, pero ante todo en el desafío que asume Galban al manipular el tiempo del otro. Porque manipular en la política es malo, pero en el arte las cosas son muy diferentes. Aquí la artista interviene con una distorsión del tiempo que no redundará en su propio beneficio, sino el del espectador, a quien le brindará la posibilidad única e irrepetible de la experiencia artística.
Curatorialmente, me interesa saber lo que piensa cada uno de los retratados durante esos diez segundos de inmovilidad. Por mi parte, traté de imaginar ¿qué sentiría alguien en los inicios de la fotografía, en ese tiempo en que todos creían que la cámara se tomaba el alma del retratado?
Recordé entonces a Sojourner Truth una abolicionista y activista por los derechos de la mujer que en 1864 ofrecía su fotografía con una curiosa leyenda al pie de la misma: “I sell the shadow to support the substance”.
La imagen de Truth la conocí en la exhibición “Public, Private, Secret” realizada en 2016 por ICP en New York donde se planteaba que el rol de la fotografía en la sociedad expande las fronteras entre lo individual y lo social permanentemente; adjudicando esta particularidad tanto a la fotografía histórica como a la más contemporánea producción de imágenes en tiempo real.
Galban no comercializa las imágenes, pero al igual que Sojourner Truth está costeando la substancia -en su caso, la substancia del arte-. Y la decisión de hacerlo en una feria la hace aún más poética que real.
El arte en la era de la reproducción mecánica, Walter Benjamin, 1936 http://fba.unlp.edu.ar/lenguajemm/?wpfb_dl=48
Public, Private, Secret. ICP, New York, 2016 https://www.icp.org/exhibitions/public-private-secret