Cuenta la historia que en 1906, cuando Henri Matisse expuso La alegría del vivir, el público enfureció ante el cambio rotundo de su pintura, llegando al punto de anunciar que ese sería su fin. Hoy sabemos que se trata de una de las grandes obras de ruptura del siglo XX.
En 1907, cuando Pablo Picasso presentó Las señoritas de Avignon, Matisse la consideró una atrocidad, un intento por ridiculizar el movimiento moderno. Hoy podemos afirmar que se trata de la obra de ruptura del arte contemporáneo.
Matisse se opuso al cubismo, los cubistas se opusieron a Duchamp, y así podríamos seguir enumerando rechazos en la historia del arte hasta nuestros días. Pareciera que no hay capacidad de comprensión para el público más allá del momento histórico particular en que nos situemos. Sin embargo, no hay mal que dure cien años (ni arte que incomode por tanto tiempo).
A través de un exhaustivo detalle de impresiones, ejemplos y definiciones, Leo Steinberg -crítico e historiador del arte- puso blanco sobre negro en lo que refiere a El arte contemporáneo y la incomodidad del público1. Se trata de un ensayo de 1972, cuya vigencia les propongo constatar.
El lugar elegido es un espacio donde dos jóvenes creativos llevan adelante una línea de indumentaria cuyo diseño va mucho más allá de lo textil. La artista, una talentosa dibujante e intérprete que presentará por vez primera sus dibujos en un formato site specific.
Es decir, no se trata de un espacio pensado para exhibir arte y ni de una artista que presente su obra en un modo tradicional.
Ahora solo resta que tomen el riesgo, se acerquen a su obra y den juntos un salto sin red.
Aquellos que se animen disfrutarán de las líneas azules que Livia Bonelli transforma en cuerpos, suspendidos en un espacio atemporal. Experimentarán diversas sensaciones ante una imagen honesta y frontal; mientras la mirada de cada personaje -fija en la propia- los retendrá en el lugar.
Al escribir sobre un artista novel y su primera exhibición, uno podría aspirar al tipo de texto que Chesterton magistralmente redactó en 19042 sobre el artista y escultor George Frederick Watts.
Sería imperdonable de mi parte pretender una escritura como la de Chesterton, pero hay algo que sí espero poder transmitir: el entusiasmo con el cual el escritor habló de ese artista y su obra. De modo tal que les sea posible como público vencer la incomodidad típica que -refiere Steimberg - impone el arte contemporáneo y encontrar en la obra de Bonelli el rol de espejo que el arte cumple en la historia.
1 Confrontations with Twentieth-Century Art, Oxford University Press, 1972
2 G. F. Watts, G. K. Chesterton, Cosimo Inc, 2007