Cuando Rodrigo Alcon Quintanilha me dio la estampita de Artemisia recuerdo que me dijo: “...esto sí es una estampita, una que vale la pena tener…”
¿Pero qué puede uno hacer con una estampita con la imagen de una artista? Porque si la estampita es de San Cayetano, al dorso está la oración para pedir trabajo. Si se trata de San Expedito, también indican cómo pedir ayuda ante las causas urgentes. O si fuese la Virgen Desatanudos, bueno, uno ya sabe, desata los problemas.
En el caso de Artemisia, no hay oración, sino la transcripción de un extracto de su testimonio en la denuncia por violación de la que fue víctima en el año 1612.
“Cerró la habitación con llave y una vez cerrada me lanzó sobre un lado de la cama dándome con una mano en el pecho, me metió una rodilla entre los muslos para que no pudiera cerrarlos, y alzándome las ropas, que le costó mucho hacerlo, me metió una mano con un pañuelo en la garganta y boca para que no pudiera gritar y habiendo hecho esto metió las dos rodillas entre mis piernas y apuntando con su miembro a mi naturaleza comenzó a empujar y lo metió dentro. Y le arañé la cara y le tiré de los pelos y antes de que pusiera dentro de mi el miembro, se lo agarré y le arranqué un trozo de carne.”[1]
El gesto artístico de Rodrigo Alcon Quintanilha, excede lo que el formato de una estampita puede ofrecer; es la prueba del primer juicio por violación que se tiene registro, es la historia de una mujer que en 1612 se sobrepuso a la humillación de la duda y las acusaciones, denunciando a su violador.
Según consta en las actas que se encuentran en los Archivos de Estado de Roma, Artemisia accedió a ser torturada para probar que no estaba mintiendo. Tal como lo están leyendo, una víctima acepta ser torturada para que nadie dude de la veracidad de sus palabras: “Si señor, estoy dispuesta a confirmar cuanto dije en el interrogatorio, incluso bajo tortura, y allí donde sea preciso hacerlo.”[2]
La tortura física a la cual fue sometida es conocida como el suplicio de los sibilli: “...Entonces, a una señal del señor juez, el carcelero, tras haberme juntado las manos sobre el pecho, me ajustó los lazos entre dedo y dedo, tal y como procedia. Con la mano sujetaba un cordón, pero no quiso apretar del todo… Luego el carcelero tiró de él.”[3]
Aunque cueste creerlo, sus manos, las manos de una pintora fueron ofrecidas como ofrenda para que nadie dudase, ni entonces ni nunca, de lo que había acontecido en Roma.
Hablamos en varias ocasiones con Rodrigo sobre la vida de Artemisia. Me recomendó un libro de Rauda Jamís que resultó esclarecedor y me permitió comprender mucho del carácter que se encuentra en sus pinturas. Jamís, titula cada capítulo con un color, el cual inevitablemente nos lleva a rasgos de las obras que han trascendido el tiempo.
La autora trabajó en base a la correspondencia de Artemisia y los análisis críticos sobre algunas de sus obras, aportando precisiones y relaciones muy interesantes.
Poco tiempo después de leer el libro, una noticia llamó mi atención: London National Gallery compró una pintura de Artemisia: una obra rara que había sido redescubierta recientemente, titulada Autorretrato como Santa Catalina de Alejandría (1615). Esta obra constituye la vigésima veintiuna -cuya autoría corresponde a una mujer- dentro de la colección londinense. La obra fue propiedad de una familia francesa durante siglos y el valor de venta fue muy por debajo del antecedente que en 2016 estableció Getty al pagar 30.5 millones de dólares por Danae, pintura realizada por el padre de Artemisia en 1621.[4]
En ese entonces la curadora de arte barroco, Letizia Treves, destacaba que la adquisición de esta pintura por parte de London National Gallery era relevante por tratarse de un autorretrato de características únicas.
Intuí que toda esta situación era una preparación del terreno para una exhibición, y no fallé. Pero, para desgracia de Artemisia la fecha elegida se vio desfavorecida por la pandemia que desde comienzo de este año nos impone desde el aislamiento social preventivo hasta las intermitentes cuarentenas.
Lo que para el público que concurre regularmente a los museos puede ser un mal momento, para quienes vivimos del otro lado del mundo constituye la extraordinaria ocasión de asistir a una pre inauguración sin salir de casa.
Semanas antes de su apertura[5], la historiadora del arte Katy Hessel, la curadora de National Gallery Letizia Treves y el especialista de Sotheby 's Edoardo Roberti, compartieron algunos detalles de la primera exhibición individual de Artemisia en el Reino Unido.
El entusiasmo de Treves era imposible de disimular; y bien merecido lo tiene, logró exhibir por primera vez las tres versiones de la obra que conocemos como Susana y los viejos y las dos correspondientes a Judith decapita a Holofernes.
La disposición de las obras en la sala ha sido meticulosamente pensada por la curadora. No ha dejado posibilidad alguna librada al azar. Conocedora del valor inconmensurable de contar con las obras de Artemisia y sus versiones, Treves les dió la contextualización que la excepcional artista merece.
Artemisia es heroína, porque es una mujer pintando mujeres representando a personajes femeninos que hasta entonces no transmitían la veracidad de la lucha por el lugar en el mundo que les corresponde.
Tal es el caso de la pintura de Judith. Allí, Artemisia cambia la historia y la re imagina de un modo que puede ser realmente posible de concretar: Judith hace entrar a su criada para que sostenga al hombre mientras ella lo decapita. En sus manos, en sus antebrazos, se siente la fuerza de la lucha. Su actitud es decidida, sabe lo que hace, no duda en definir la escena con la contundencia de estar haciendo justicia.
Cuando pinta a María Magadalena, la muestra en éxtasis, y con una posición en su ropa que insinúa que algo será revelado luego, pero no en su pintura.
Treves tomó una decisión curatorial que sentará precedente en las exhibiciones de los museos del mundo: hizo llevar desde Roma el documento del juicio en el cual Artemisia denuncia su violación. Vale decir, que puso en el centro de la escena el elefante que está en la sala desde 1612 y el cual todos tienen que ver. Porque no es posible entender el rojo de la sangre que corre por el cuello de Holofernes, ni dimensionar el gesto de Santa Catalina de Alejandría, si los aislamos de la vida de su autora.
Esto no significa estar de acuerdo con lo que muchos críticos de arte han señalado a lo largo de los años, respecto a que la pintura de Judith es en realidad la representación de su revancha contra su violador. Todo lo contrario, Artemisia supo poner a los personajes femeninos de un modo en que nadie antes se había atrevido a hacerlo. Las hizo mujeres con los límites que impone la realidad pero con lo ilimitado de las posibilidades al momento de reconocerse con pleno derecho a reclamar su lugar en el mundo.
Cuando a sus 16 años pinta Susana y los viejos, elige el momento en que ella huye de la lujuriosa mirada de los hombres. Logra plasmar el gesto de desagrado y el temor que toda mujer sintió en algún momento de su vida ante la misma situación.
Artemisia Gentileschi fue un talento extraordinario dentro de un cuerpo que sufrió todos los embates con que la mediocridad castiga a la genialidad humana. A los hombres de su tiempo los dejaba más tranquilos el creer que su padre era el que tenía más talento y que por ello daba los toques finales a las obras. Cuando ya no vivieron juntos, cuando ella comenzó su recorrido profesional, este discurso se hacía insostenible. Y en tiempos en que su padre la manda llamar para ser contratados ambos por la corte inglesa, queda claro que es a ella a quien necesitan para terminar y brindar a las pinturas de su padre lo vibrante de lo cual carecían.
Su padre fue su primer maestro, de él aprendió la técnica del dibujo. Comenzó su carrera en Roma y fue en Florencia donde obtuvo un reconocimiento histórico: ser la primera mujer en convertirse en miembro de la Academia de Arte y Diseño.
La requería Cosme de Médici, conoció a Anthony Van Dyck y hasta le encargaron la realización de un fresco en la ciudad de Pozzuoli cerca de Nápoles.
En la imagen de mi estampita, se puede observar la Alegoría de la inclinación[6], entendiendo por inclinación, vocación. Artemisia pintó esta obra entre 1615 y 1616 a partir de un encargo de la familia Buonarroti para lo que hoy conocemos como Casa Buonarroti, la casa de los familiares de Miguel Angel donde se conservaron parte de sus dibujos y hoy se exhibe una exquisita colección.
La joven de la pintura sostiene entre sus manos una brújula sobre un lienzo de nubes celestes. En el margen superior opuesto, una estrella luminosa brilla sobre su cabello. Se adjudica una identificación estrecha entre esta imagen y los sentimientos de Artemisia quien habría sellado con este encargo su certeza en la vocación artística.
“...Al artista le horrorizan los modelos, puesto que es a él a quien se debe seguir, él es el modelo, y lo sabe. El artista es un profeta. El artista no dialoga. ¿Quién podría dialogar con un portador de la chispa de Dios? El artista enseña. Eso es todo.”
Estas palabras se le atribuyen a Leonardo da Vinci y describen a Artemisia a la perfección. Ella nos mostró el horror de los modelos que nos imponen las sociedades en cada tiempo histórico. Nos indicó un camino a seguir con la fuerza y la garra de Judith, la sensualidad de María Magadalena y la certeza que nos da tener vocación. Artemisia enseña y eso es todo.
Cecilia Medina
Artemisa
Hasta el 21 de Enero 2021
“Le mostraré su señoría lo que una mujer puede hacer”
Rodrigo Alcón Quintanhilla
[1] Artemisia Gentileschi (1593-1656), Lettere precedute da Atti di un processo di stupro, 1612. [2] Artemisia Gentileschi durante el careo con Agostino Tassi. [3] Artemisia Gentileschi. Rauda Jamís. Segunda reimpresión: Abril 2012. [4] http://www.theartwolf.com/news/getty-buys-gentileschi-danae-2016-es.htm [5] https://www.sothebys.com/en/videos/artemisia-gentileschi-the-greatest-female-painter-of-the-17th-century [6] https://www.casabuonarroti.it/en/museum/collections/other-works/
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