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SOMOS UNA HOJA AL VIENTO



En febrero de 2019 -mientras visitaba Madrid para asistir a la inauguración de Sesiones de Dorado- y en el marco de la intensa agenda que impone el circuito de ferias y eventos culturales de la Semana del Arte de Madrid, conocí el Real Jardín Botánico y allí encontré la que aún hoy sigue siendo la entrevista de mis desvelos: Exposición Individual. 24 horas con Eduardo Arroyo.

Arroyo. Exposición individual es un documental de 24 horas en blanco y negro, dirigido por Alberto Anaut -producido por el Círculo de Bellas Artes- y fue presentado en coincidencia con la exposición Bazar Arroyo. La película, que se rodó en el estudio del artista entre el 6 y el 12 de septiembre de 2012, reúne anécdotas y reflexiones que construyen un recorrido por la historia del arte contemporáneo español y el modo de ver la producción artística ibérica por parte de sus creadores.

¿Qué hacemos con nuestras pasiones? se preguntaba en la mítica entrevista Arroyo, ¿A quién heredamos esas pasiones que parecen no interesar más allá de los límites del arte? Porque está claro que no es posible legar a familiares que poco interés tienen en las preocupaciones creativas de un artista. Esta cruda pregunta llamó particularmente mi atención. En parte, porque he visto desaparecer en volquetes callejeros las pasiones de muchos artistas cuyas familias no se interesan por lo que carece de valor económico inmediato, al tiempo que desconocen el valor patrimonial de todo el universo que rodea a un artista.


Un año después, y en coincidencia nuevamente con la semana del arte, visité Madrid de la mano de otra exhibición que había curado y que ocupó el bellísimo espacio de Sala de Máquinas. Ninguna idea absoluta me llevó a una ciudad que en el entusiasmo de celebrar el arte en todas sus expresiones, hizo oídos sordos a la cercana tragedia que anunciaban las ciudades italianas. Las noticias advertían que la afamada Semana Santa española sería suspendida, pero nadie parecía escuchar nada más allá de las pérdidas que la industria turística sufriría. Por citar un ejemplo, podemos señalar que la semana del arte llevó más de 90.000 personas a la feria ARCO y ese mismo predio pocos días después fue transformado en un hospital de campaña.


Regresé a Buenos Aires el 4 de Marzo luego de haber visitado Aranzazú, el santuario que cuenta con las maravillosas creaciones del escultor Jorge Oteiza en la fachada principal, del pintor Lucio Muñoz en la decoración del ábside, del escultor Eduardo Chillida en las puertas principales, de Fray Javier María Álvarez de Eulate en las vidrieras,​ del pintor Néstor Basterretxea en la decoración de las paredes de la cripta y de Xabier Egaña en las pinturas murales del camarín de la Virgen. Quizás ese aislamiento por unos días en un mágico paisaje vasco fue premonitorio, obvio, a la vista de los hechos posteriores. Porque tres días después de mi arribo a nuestro país, quedé aislada como todos los que veníamos de Europa y luego como el resto de todos los humanos en cualquier parte del mundo permanecí meses sin visitar a mi familia y amigos.

La pandemia nos chocó de frente y nos llevó puestos del mismo modo que un camión con acoplado se lleva puesto a un mosquito. Y yo no fui la excepción. Ni los artistas, ni todas sus pasiones lo fueron tampoco. El COVID nos tomó por sorpresa, nos mostró cuán vulnerables somos los seres humanos, cuán inútiles nuestros esfuerzos por mostrarnos imprescindibles para la naturaleza cuando en realidad somos su mayor perdición.


En días donde tuvimos que aprender sobre plataformas digitales para comunicarnos con nuestros compañeros de trabajo, familiares y amigos; donde el miedo al contagio nos mantuvo distantes de otras personas, donde aprendimos a utilizar barbijos, alcohol en gel, guantes descartables, donde aplaudimos a médicos, enfermeras y recolectores de residuos -tiempo en que se decía que saldríamos mejores personas-; en esos tiempos en que las horas no transcurrían; María Paula Zacharías decidió que ese espacio privilegiado de las entrevistas con los artistas podría tener un lugar en el ciberespacio y desde allí conectarnos con sus pasiones.


En ese espacio tan mágico de encuentro y reflexión, de escucha respetuosa y de silencios cómplices, se nos permitía asistir al intercambio de ideas en un tiempo único e irrepetible: el inicio de la pandemia. A lo largo de más de noventa entrevistas, Zacharías nos ofreció entonces una suerte de manual de supervivencia y un espejo donde se veíamos reflejadas nuestras mismas dudas, angustias e incertidumbres, aunque obviamente expresadas con la poesía que un artista puede crear.


Entre las primeras entrevistas que recuerdo del ciclo se encuentra la realizada a Desirée de Ridder: la imagen de la ciudad de Roma vacía donde los sonidos de las aves sólo eran interrumpidos por ambulancias era de una rareza profunda. También la de Ana Gallardo que se encontraba en México y mencionaba la similitud sobre el tratamiento del tema de los adultos mayores con España donde las noticias mostraban desidia y abandono de aquellos que estaban enfermos o en geriátricos.

Las expresiones de Hernán Salamanco “Quedamos ahí, como en el aire” y de Luis Felipe Noé “Lo que necesito es estar conmigo” fueron dos miradas de distintas generaciones que atestiguan una misma sensibilidad.

Cuando Elian Chali sentenció “Ahora somos todos discapacitados” sus palabras iban mucho más allá de las capacidades físicas, motoras o intelectuales; todos somos discapacitados ante la pandemia y los estragos que aún hoy debemos enfrentar.


En la entrevista a Guillermo Roux Zacharías aclara -y yo coincido plenamente- “con este artista tengo una debilidad”. Ambas hemos tenido la fortuna de trabajar a su lado, de visitarlo, de compartir tiempo, conversaciones, reflexiones e incontables aventuras.

Sus reflexiones están atravesadas por el eje temático de las obras que venía realizando previo a la pandemia y que no llegaron a ver la luz de la exhibición que teníamos prevista para Abril del 2020.


Conforme transcurren las páginas y se avanza en el recorrido de las entrevistas, los números de contagios y muertes por el COVID19 van dejando la huella del contexto en el cual estamos viviendo. Y llegan entonces las entrevistas como las de Matilde Marín, quien tenía previsto un viaje a Nantes, que según sus palabras “se transformó en un viaje mental” o la de Antonio Segui donde se lamenta de no poder celebrar un 25 de Mayo con locro para nostálgicos. Luego llegará la del matrimonio Ieger-Savio bajo el título “El amor nunca falla” donde pintura y escultura llevan conviviendo varias décadas en una bellísima casa taller del barrio La Paternal donde cada uno tiene su taller en un extremo de la casa. Y la de Stoppani-Legavre que señalan: “Cuando se trabaja juntos, cada uno es parte del otro”.


De la mano de la entrevista a Julia Rosetti, llega una bellísima propuesta: “ofrendar a otros nuestros descubrimientos”. Para Rosetti el arte es creer en algo que la excede y en su generosidad, estas producciones deben ser compartidas con los demás a modo de ofrenda.


Cuando Marino Santa Marina pensó intervenir la fachada de su casa de la calle Lanín no imaginó que ese tramo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se convirtiese en el hito cultural que es en la actualidad. Tampoco podría haber soñado que el arte público se convertiría en la única posibilidad de respiro para nuestras miradas ávidas de arte durante el período de aislamiento social.


Otro aspecto que esta pandemia ha dejado en evidencia fue señalado en la entrevista a Flavia Da Rin “Hay algo en nuestra percepción del tiempo que está cambiando”. Esta entrevista tuvo lugar hace exactamente dos años y hoy sigo sin entender cómo pasaron dos años tan velozmente, tan sigilosamente, tan imperceptiblemente.


Desde Brighton, Claudia Fontes advertía que los artistas tendrían mucho trabajo por delante, ya que hay mucho que sanar. Aún hoy, es imposible precisar las dimensiones de las heridas que abrió la pandemia y el impacto que en cada uno ha producido el aislamiento, el distanciamiento y la enfermedad. Sin embargo, el arte nos ha mantenido a salvo, nos ha permitido seguir en contacto con los otros; y a los artistas, los mantuvo en contacto con ellos mismos, con sus más profundas pasiones -aún a riesgo de tener que atravesar difíciles caminos-.


La pregunta de Eduardo Arroyo ¿a quién legaremos nuestras pasiones? sigue hoy vigente y sin respuesta. Sin embargo, sabemos que mientras artistas y comunicadores mantengan encendida la conversación, el arte estará a salvo. Quedan como prueba de resistencia estas entrevistas, testimonios de tantas miradas como artistas las protagonizaron y de una misma y única pasión.


Cecilia Medina



Artistas de Enrecasa, Entrevista a Guillermo Roux, página 67, María Paula Zacharías, India Ediciones, 2022


Sesiones de Dorado, una investigación de Nicolás Sfeir sobre la imposibilidad de la representación del dorado inaugurada el 28 de febrero de 2019, Kal-a, Madrid, España.




Ninguna idea absoluta, muestra grupal de las residencias realizadas por RARO MADRID entre diciembre de 2019 y febrero de 2020, por los artistas: Gastón Andreatta, Eugenia Bracony, Julián León Camargo, Javier Tárrega y Jimena Travaglio.


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