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EL FULGOR SUTIL DE LA ESPERANZA




En 1911 la Comisión Nacional de Bellas Artes -cuyo Vicepresidente era Director del Museo Nacional de Bellas Artes también- dio el primer paso para establecer la institucionalidad del rol del Estado en las artes a través de la concreción del primer Salón Nacional. “...La función de este salón fue promover el desarrollo de la actividad artística nacional a la par de ser un instrumento de exposición de los valores educativos alentados desde el Estado. El premio adquisición incorporaba una obra al patrimonio del MNBA contribuyendo cada año a asentar las bases del coleccionismo estatal y del mercado del arte…”

Ciento diez años después, en su renovado sitio web, se puede acceder a su también renovado reglamento y conocer (Artículo 2º) que “el Salón Nacional de Artes Visuales constituye el ámbito en el cual se distingue a artistas por su trayectoria y se exhiben en centros de exposiciones obras de artistas que han sido seleccionados por jurados de especialistas que han sido designados a tal fin…”

Entre los comienzos del siglo pasado y el presente se han sucedido diferentes escenarios en el ámbito cultural y artístico argentino que tuvieron su repercusión en el Salón. En agosto de 2018, los cambios en su reglamento suscitaron controversias y desencuentros. Para sorpresa de muchos, los que se opusieron más enfáticamente, eran artistas que ya habían sido premiados y por lo tanto no buscaban ventaja alguna con su posición; mientras que entre los más jóvenes -y no premiados- no se advirtió interés alguno por conocer mucho sobre el tema. Tuvieron lugar manifestaciones en las escalinatas del Museo Nacional de Bellas Artes y las voces disidentes encontraron eco en algunos artículos periodísticos.

¿Pero qué significa hoy, aún en medio de la pandemia, el Salón Nacional de Artes Visuales?

En un artículo de hace apenas un año atrás, Pablo Gianera señalaba: “Una de las causas probables por las que las obras de arte son sustituidas socialmente por otros objetos o acciones que fingen serlo, pero no lo son, es que las primeras están habitadas por la esperanza y las segundas comercian con el optimismo, la moneda falsa de la esperanza…”

Y es aquí donde me interesa centrarme. Porque los gobiernos pasan y con ellos el rango que le asignan a la cultura. Afortunadamente hoy, hemos vuelto a ser ministerio con todas las implicancias políticas y presupuestarias que ello conlleva. Pero el tejido social es frágil y hace falta mucho trabajo para que se consolide una red federal, sí FEDERAL, donde los artistas, curadores, gestores y mediadores tengan las herramientas para trabajar y los recursos para producir en el punto del país donde habitan y no por ello perder visibilidad.

Dicho esto, volvamos al punto donde creo debemos centrar nuestra atención: las obras y sus creadores. He elegido dos artistas: Lucia Pellegrini y Kenny Lemes. ¿Mis razones? El conocer de cerca sus trabajos, sus luchas y sus preocupaciones. Pero ante todo, porque al leer la lista de ganadores y encontrar entre ellos sus nombres -parafraseando a Mari Kondo- una chispa de alegría se produjo en mí.

Lucia Pellegrini vive en Puerto Madryn, Chubut. Su obra ha sido distinguida con una Mención Especial del Jurado por su obra “S/T” de la Serie “Trauma” una obra en la que venía trabajando desde el año pasado y estuvo lista a tiempo para que la gestión del SNAV la retire de su casa y la acerque a Buenos Aires.

“En esta pieza en particular -señala Pellegrini- aparece una intención fuerte en probar si es posible captar algo relacionado con la esencia de la obra. Muchas veces habito los límites de la práctica, cuando no siento que existe una red”.

La primera vez que vi una de sus obras fue en el espacio del Consejo Federal de Inversiones en septiembre de 2017. Unas tallas en mármol de Carrara eran claramente la concreción de su título: hasta que sea agua. Puedo asegurarles que solo a través del tacto podrían percibir la rigidez de la roca subyacente en la obra. Esa imagen quedó grabada en mi retina y la percibe aún tan etérea como entonces.

A Kenny Lemes lo conocí a través de sus retratos. Dos de ellos son mis preferidos: el de Guillermo Roux y el de Carlos Alonso. En ambos casos, supo captar la esencia de cada artista y lo atemporal de sus creativas personalidades. En el caso de Roux, disfrutando de una gaseosa mirando de frente a la cámara. Mientras que en Alonso, fueron sus manos cubiertas de los vibrantes colores de sus pasteles el centro de la escena.

Cuando arrancó la convocatoria para el Salón Nacional de este año, señala Lemes, “me pareció que MADRE concentraba un montón de discusiones saludables de dar: el transfeminismo, la imagen preconcebida que tenemos de lo que es "ser" una mujer o ser una madre o de cómo se debe maternar. La identidad de género y la idea de familia que pretendemos construir las disidencias desde lo colectivo y desde la ternura”.

Encuentro particularmente inspirador que ambos artistas se acerquen a un espacio de legitimación y visibilidad como es el SNAV desde perspectivas tan sólidas como lo son sus propias búsquedas. En ambos casos, estas exploraciones son de máxima relevancia para todos: llegan a la esencia de un material y abrir el diálogo sobre las imágenes que representan lo que debe ser.

“Agradezco un montón a los jurados, los curadores, los directores y los gestores que ESCUCHAN lo que pasa en la calle y no tienen miedo de incluirlo en los discursos del Arte y en sus circuitos cerradísimos de legitimación” afirma Lemes. “Si yo obtuve un Segundo Premio hoy en el Salón de Artes Visuales, con lo importante y lo prestigioso que eso es, no tiene nada que ver con lo individual. El logro es colectivo”.

Y he aquí el link con las palabras de Gianera, en estas obras yace sin duda alguna la esperanza; aunque solo se trate de un sútil fulgor primaveral.


Cecilia Medina




Cien años de arte argentino, María José Herrera, Editorial Biblos


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