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LA HISTORIA DEL INFINITO




Al aproximarnos a una obra de arte es inevitable que la mirada difiera según nuestro lugar de origen y/o formación: allí donde occidente ve el vacío, oriente advierte la potencialidad del ser. Podríamos citar como ejemplo la expresión latina “horror vacui” -literalmente miedo al vacío- utilizada en historia del arte para describir el relleno con algún tipo de diseño o imagen de todo espacio vacío. Esta idea claramente se contrapone a una pintura china clásica donde los paisajes presentan amplios espacios carentes de imágenes o trazos.


Sin embargo, hubo un tiempo donde el concepto era diferente para el lado oeste del mundo. En el siglo IV a.C. Heródoto dirigió una carta a Epicuro manifestando que “no es posible comprender lo incorporal en sí mismo sin el vacío. Pero el vacío no puede hacer ni parecer, simplemente proporciona a los cuerpos capacidad de movimiento a través de sí mismo”

Si es que el vacío sirve para dar sitio, para que en él los cuerpos desarrollen su capacidad de movimiento, ¿permitiría entonces que fuese perceptible a la vista? Por ejemplo, una avenida sin tránsito ¿está vacía por la ausencia de automóviles que recorren su superficie o en ese vacío hay otros cuerpos en movimiento?


Sabemos que muchas ciudades del mundo han entubado sus corrientes naturales de agua y que sobre ellas se construyeron caminos que modificaron los paisajes al punto de que nuevas generaciones desconocen que transitan por espacios donde antes se navegaba. ¿Qué vemos entonces hoy en la Avenida Juan B. Justo: medios de transportes o el torrente del arroyo Maldonado?


A lo largo de los años, el Maldonado ha sido testigo de la transformación social y cultural de sus márgenes. La mixtura de historias sobre sus habitantes da cuenta del rico proceso que conformó la sociedad que actualmente habita esta parte de la ciudad. En particular, el arribo de artistas que en el último tiempo le han permitido recuperar su bohemia más valiosa, aquella que va desde el café de Hansen, la casa de la infancia de Borges que inspiró relatos de guapos y compadres hasta la ballena pescada en su desembocadura. Y que mucho antes de todo esto, recogiese la historia de una mujer llegada de España junto a Pedro de Mendoza quien huyendo de la hambruna se aventuró a cruzar sus aguas y se unió a los querandíes. Luego, capturada por los españoles, fue atada a un árbol a orillas del arroyo y defendida por los pumas que una vez supo asistir. Según las crónicas de Ruy Díaz de Guzmán (1559-1629) -quién formó parte de la expedición de Pedro de Mendoza- el apellido de esta mujer era Maldonado y de allí que a estas aguas se las conocieran luego con su nombre.


Quizás no todo el caudal del Maldonado se haya podido entubar. Quizás en el vacío del paisaje asfaltado de la Av. Juan B. Justo -si hacemos caso a Epicuro o si nos proponemos tener una mirada oriental- podamos contemplar todo el movimiento que acontece con los cuerpos que habitaron y habitan sus márgenes: heroínas, guapos y artistas, que expresan su identidad.


Cecilia Medina

De la naturaleza de las cosas, Lucrecio. Letras Universales, Editorial Cátedra. 14° edición, Madrid, 2020.


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